sábado, 2 de noviembre de 2013

¿Por qué debemos pertenecer a una congregación o Iglesia local? – Parte 2


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“…PERSEVERABAN… EN LA COMUNIÓN UNOS CON OTROS…” (Hechos 2:42)
Cada vez que nace un niño, necesita ser miembro de una familia específica para poder recibir alimento, cuidados, y para crecer sano y fuerte. ¡Lo mismo te ocurre a ti! La diferencia entre asistir a los cultos o ser un miembro de la congregación está en el compromiso. Aquellos que sólo asisten al culto son consumidores; los miembros son contribuyentes. Los que tan sólo asisten, quieren los beneficios del culto sin ningún tipo de responsabilidad u obligación. Son como parejas que quieren vivir juntas sin un compromiso matrimonial de por vida.
Cuando estás unido a una congregación local, ¡eso demuestra que estás comprometido!
Verás, Dios quiere que ames a personas de carne y hueso, no a personas idílicas. Podrías pasarte toda la vida buscando una congregación perfecta, sin llegar a encontrarla jamás. Es más, si pasaras a formar parte de esa comunidad, dejaría de ser perfecta. Estás llamado a amar a personas imperfectas, ¡del mismo modo que Dios te ama a ti!
Los creyentes de Jerusalén “…perseveraban… en la comunión unos con otros…” (Hechos 2:42), y el Señor espera ese mismo compromiso por tu parte. La vida cristiana es más que un simple compromiso con Cristo; incluye un compromiso con otros creyentes también. Los de Macedonia así lo entendieron. Escucha: “…a sí mismos se dieron primeramente al Señor y luego a nosotros…” (2 Corintios 8:5b). Una vez que eres un hijo de Dios, el siguiente paso es formar parte de una congregación local.
Cuando te comprometes con Cristo, te conviertes en un seguidor suyo.
Pasas a ser “miembro” de una congregación cuando te comprometes con un grupo concreto de creyentes. La primera decisión te trae la salvación, y la segunda
compañerismo y realización - ¡y tú necesitas ambas cosas!

“…LA PAZ… A LA QUE ASIMISMO FUISTEIS LLAMADOS EN UN SOLO CUERPO” (Colosenses 3:15)
Aquí hay dos grandes beneficios al pertenecer a una congregación local:

(1) Nos induce a la honestidad

Muchos de nosotros llevamos puesta una máscara. Actuamos como si todo fuera de color de rosa en el jardín, cuando en realidad no es así. Una actitud semejante supone “la muerte” del verdadero compañerismo. Sólo cuando nos vamos abriendo, experimentamos ese compañerismo.
Escucha: “…si andamos en luz… tenemos comunión unos con otros…” (1 Juan 1:7). El mundo cree que la intimidad ocurre en la oscuridad, pero Dios dice que ucede en la luz. A menudo, la oscuridad esconde nuestros problemas. Pero cuando somos capaces de sacarlos a la luz, pierden su fuerza, encontramos perdón y purificación, nuestras zonas heridas son sanadas y empezamos a avanzar. “¿Por qué tomaría alguien un riesgo semejante?”, preguntarías. Porqué es la única manera de llegar a ser sano emocional y espiritualmente.

(2) Nos proporciona apoyo

Somos más consecuentes en nuestra fe cuando otros andan junto a nosotros y nos animan. El Nuevo Testamento nos dice más de cincuenta veces que oremos, nos amemos, animemos, sirvamos, enseñemos, aceptemos, honremos, conllevemos, perdonemos, sometamos y dediquemos los unos a los otros. Tú no eres responsable de cada miembro de tu congregación pero sí lo eres hacia ellos. El Señor espera que hagas todo lo que puedas para servirles.
Pablo dijo: “…para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí” (Romanos 1:12).

“SOPORTAOS UNOS A OTROS Y PERDONAOS UNOS A OTROS…” (Colosenses 3:13)
Aquí tienes dos beneficios más por pertenecer a una congregación local:

(1) ¡Encontramos compasión!

Ésta no consiste en dar un consejo u ofrecer una ayuda superficial y rápida. Es empezar a compartir el dolor de otros. Quiere decir: ‘Comprendo lo que te está sucediendo, y lo que sientes no es ni raro, ni único, ni descabellado’. La compasión satisface a dos necesidades fundamentales que todos tenemos: la necesidad de ser comprendidos y la necesidad de que se nos reconozcan nuestros sentimientos. Tenemos tanta prisa por ”arreglarlo” todo, que no nos tomamos tiempo para escuchar y mostrar simpatía hacia la gente. La autocompasión y el centrarnos únicamente en nuestras propias metas, agota la compasión hacia los demás. Es precisamente cuando las circunstancias les “aplastan” que nuestros amigos nos necesitan más. En medio de su sufrimiento, Job gritó:“El que sufre es consolado por su compañero” (Job 6:14).

(2) ¡Experimentamos misericordia!

En el compañerismo encontramos misericordia, y los errores quedan borrados y no enfatizados. Eso sucede cuando la misericordia vence al enjuiciamiento. ¡Todos la necesitamos, porque tropezamos y tenemos necesidad de volver al camino! Dios dice: “…debéis perdonar… y consolar… para que no sea[n] consumido[s] por demasiada tristeza” (2 Corintios 2:7). Se necesita cantidades enormes de misericordia para crear y mantener verdadero compañerismo. ¿Por qué? Porqué somos imperfectos e, inevitablemente, seguiremos hiriéndonos los unos a los otros. Pero nunca se te pedirá que muestres más misericordia hacia otros que la que el Señor ha mostrado hacia ti.

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